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¿Será un dia de suerte?

     Una tarde fría del jueves, toma un baño de agua tibia por un largo tiempo, un poco de perfume del que guarda para los días especiales, como lo son los jueves que va a tomar una taza de café con su abuelo en el balcón del granero Fontibón. Horas antes bajo la puerta encontró una carta que decía:

—Te espero a las 4:45 en el granero, una chica de cabellos negros y ojos achinados estara ahi.

Te quiero, tu abuelo.—

   Sin lugar a dudas busca su mejor pinta, un pantalón deshilachado termina siendo el elegido con una camiseta que recibió de su abuelo en navidad, se perfuma y sale corriendo hacia el granero; a lo lejos ve una silueta a contraluz y las manos comienzan a sudar, sus pasos se tornan un poco pesados, un tanto lentos pero el corazón a mil pulsaciones por minuto.

Una mesita de centro, tres sillas, él y una chica de cabellos negros y ojos achinados sentada enfrente suyo, una mirada penetrante y una sonrisa un tanto timida, un ambiente poco tenzo que es irrumpido por las risas de su abuelo que trae dos tazas de café y las coloca sobre la mesa frente a cada uno, vuelven a quedar solos mientras su abuelo entra al granero para atender un par de señores que buscaban abarrotes y víveres.

—Me gusta como se ve tu cabello con el sol — dijo Cayetano con una voz tímida.

Laura lo mira fijamente y sonríe.

—¿Recuerdas cuando veníamos los domingos por la tarde para jugar mientras tu abuelo vendía tabaco? Dice Laura

—Como si fuera hoy— responde Cayetano.

—Tu siempre solías ser solitario y había algo que no me dejaba acercarme completamente— Dice Laura

    Mirando al horizonte Cayetano guarda silencio mientras piensa en las palabras de Laura, aquel pensamiento de que su vida no era normal aparece nuevamente mientras toma su taza humeante de café, sus manos se ponen temblorosas al sentirse intimidado, derramando un poco de café; ella se levanta a buscar un paño para secar el café que él regó y en su torpeza crea un desastre peor, tropezando con el pie de Cayetano, lo hace regar toda la taza de café sobre sus piernas.

—¡Mis piernas!—exclama Cayetano con un tono desesperado.

Sonrojada de vergüenza Laura corre en busca de un paño para limpiar el café, pero mientras regresa, Cayetano se levanta desesperado por el ardor en sus piernas preguntandose una vez más el porqué de sus cotidianos infortunios, infortunios a los cuales resulta un poco extraño cuestionarse el origen de los mismos, dado que desde hace varios años forman parte de su vida diaria.

—¿Qué te pasa?— le pregunta Laura, quien lo ve con cara de desespero.

— Emm, no lo sé, a veces siento que tengo mi vida bajo tierra, siento que tengo una sombra y todo conspira contra mí.— responde Cayetano.

—No creas que cada una de las cosas que te suceden es por coincidencia, ni por suerte, es más, ni el hecho de que tú y yo estemos aquí.— comenta Laura

Laura coloca la mano sobre su hombro y con una mirada penetrante, dice:

—En 50 años podríamos habernos olvidado de los gitanos pero lo que hicieron aquí en este caserío jamás se irá, ¿recuerdas las historietas que los abuelos nos contaban mientras elevabamos cometa en aquellos días sombríos de agosto?—expresa Laura

—¡Como olvidarlo! — replica Cayetano, mientras su mirada se pierde en el atardecer que poco a poco va desapareciendo en el horizonte.

—Tú siempre sumergido entre tus malaventuranzas, alejado de todos, frío y meditabundo—expresa Laura

Un beso en la mejilla y los ojos de Cayetano continúan perdidos en el horizonte, Laura da pasos lentos y pesados mientras él pareciera estar en algún tipo de trance sin percibir cómo ella se aleja paulatinamente; quedando en soledad absoluta con el ruido de su abuelo vendiendo miseros tabacos a quien dia a dia viene a comprar de lo más barato que existe en el granero, mientras Cayetano percibe que está solo.

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