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Laura

     Aquella mirada penetrante de Laura quedó grabada en la mente de Cayetano, no fue una de esas que se lleva el viento o el tiempo, porque el alma que hablar puede por los ojos, no necesita palabras. Desde el momento en que percibió la ausencia de Laura, no desaparecen del pensamiento de Cayetano las extrañas palabras sobre lo que hicieron los gitanos en el polvoriento caserío.

En los siguientes días a las 5 de la tarde se sentaba a tomar el café con su abuelo fuera del granero con la esperanza que Laura apareciese, creía que necesitaba explicaciones puntuales o tal vez, solo era porque quería ver nuevamente aquella chica de una mirada dulce.

—¿Sabes algo de Laura, abuelo?— pregunta Cayetano

—No lo sé, creí que se había despedido de ti aquel día—Responde el abuelo

—No, solo se fue sin decir nada— replica Cayetano.

     Se termina el café y Cayetano regresa a casa pensativo, con un tanto de desilusión y otro poco de incertidumbre, entre el vaivén de pensamientos abre la vieja puerta de madera de su casa y el rechinar de las viejas bisagras oxidadas coloca un pie en el piso rayado de madera, curtido por los millares de pasos de Cayetano y las huellas de Mago, enciende la luz y ve un sobre blanco bajo su pie, se agacha y en la tenue luz logra ver algunas letras escritas un poco chuecas.

-“Las palabras suelen estar llenas de falsedad o de arte, no creas ciegamente en ellas, algunas pueden traerte riquezas o el fracaso completo. Por cuanto yo... he salido del pueblo pero volveré y tengo la sensación que vendré con noticias para ti, pensarás ¿de que te estoy hablando?, hubo algo que no pude expresarte por el accidente con el café. Cuando llegaste en el vientre de tu madre, corría un rumor sobre algo oscuro que se ocultaba en ella, varios gitanos intentaron descubrir lo que pasaba, usando una lupa de borde metálico, para algunos en el caserío, los gitanos eran siervos de algún dios y para otros eran una banda de brujos detrás de los escasos centavos que existían en aquel pueblito polvoriento.

Sin éxito alguno para descubrir la supuesta maldición o desventura de la vida de tu madre, tu abuelo robo la lupa que hasta hoy lo acompaña tras la puerta de entrada del granero, aquella puerta marrón que debe abrirse con sobriedad y cautela para no dejar sin casa a los millares de gorgojos que comen día y noche su madera.

La lupa no fue vendida para endulzar las hojuelas de avena como toda la vida te lo ha dicho tu abuelo, ya que con ella misma maldijo a los gitanos, haciéndoles perder sus cabras y sus trozos harapientos de telas egipcias, al ser quemadas por el fuego que hizo con el resplandor de aquella lupa, telas que solían vendernos como lino fino. Huyendo de alguna venganza que tomaran por mano propia los gitanos, tu abuelo decide dejarla tras la puerta como augurio de buena suerte y hoy 50 años después, los gitanos no han encontrado el camino de regreso a este pueblo.

Antes de partir de aquí, una gitana llamada Rayza, mujer de buenos pensamientos e intenciones claras corrió hasta la casa de mamá y habló con ella cada una de las palabras que te escribo aquí; dijo que tu vida iría en decadencia y que vivirías muchos males, pero aseguró que cuando tú llegaras a la mayoría de edad, tendrías la posibilidad de darle un giro a tus cotidianos infortunios, pero para ello necesitarías descubrir que originó tus desgracias.

Antes de partir a la eternidad por causa de la fiebre bubónica, en su lecho de muerte, entre delirios y sollozos agonizantes mamá me contó esto, encargandome la labor de ayudarte, yo era una chica muy pequeña y no comprendía muchas cosas, pero ella dijo que te encontraría en el camino de la vida y que solamente yo seria tu única carta de salvación.

En Barravento vive Rayza, la buscaré sin preocupaciones en la casona principal de techos de paja, le preguntaré cuál fue el inicio de tu maldición y prometo regresar con una solución para ti.

Pd. A mi tambien me gusta tu cabello.

Laura Toledo —

      Pasan los meses y la vida de Cayetano pasa en la normalidad que hacía parte de su día a día, un tanto de días grises, infortunios, desgracias y desdichas como suele suceder desde aquella vez que la vaca en los meros huesos lo hizo rodar montaña abajo, Laura no sale de su cabeza en ningún momento, imposible saber si es porque desde que la vio en el granero de su abuelo se clavó en su corazón o por su misión en Barravento.

Una tarde, tardes como las de mi país, soleada y con una taza de café en la mano sentado afuera del granero de su abuelo, vio como se acercaba paulatinamente una silueta a contraluz, poco a poco y con nervios fue reconociendo ciertos rasgos a medida que se acerca, un trance similar a cuando el universo cariñosamente convierte en realidad los sueños y una chica de cabellos negros y ojos achinados de repente esta parada en frente suyo, un beso en la mejilla y el mundo toma nuevos colores y la vida sonrie.

Laura se sienta y en voz de reclamo le dice - ¿y no soy digna acaso de beber un poco del delicioso café que prepara tu abuelo?-

Cayetano se para rápidamente y trae un café a toda prisa, se sienta y con cara de bobo se queda mirándola fijamente mientras ella con entusiasmo comienza a relatarle cada segundo, minuto, horas y días desde la última vez que se vieron, y así paulatinamente. -”Vamos”- le dice Laura extendiendo su mano.

Cayetano toma la mano de Laura y salen caminando por una calle polvorienta hacia donde sepultó a Mago, su mejor amigo en la vida, mientras estaba conversando con él llega a un punto exacto donde comienza a revelarle el secreto de su maldición, diciendo:

En mi encuentro con Raysa hubo muchas cosas interesantes e inesperadas, viajé buscando la respuesta de tu maldición y he venido con mucho más, ella es una gran mujer, me ha dado muchas cosas de ella para traerlas conmigo.

“Enséñale a Cayetano que hay momentos en la vida que debemos afrontar con valentía, debe ser consciente que sus desgracias e infortunios están ligados directamente a sus miedos, aquellos originados por las desventuras que aparecieron desde su niñez.

    Muchas veces la mente controla la manera de ver la vida, él le ha dado mucho peso a sus malas experiencias, cosa que lo ha condicionado a pensar que está destinado a vivir el resto de sus días en la soledad, bajo una sombra negra. No hay ninguna maldición en su vida, es simplemente su manera de enfrentar el frío que entra a diario por las ventanas; no es maldito el día en que nació, maldito es el día en que dudó de sí mismo.

Terminando de decir esto, lo mira con su rostro confundido y cabizbajo, -“Mírame”- le dice Laura. Cayetano levanta su cabeza y sus ojos se encuentran con los de Laura, quien lo besa de repente. El mundo y el universo contemplaron sus almas besándose. -“No tengas miedo, a tu lado me quedaré para siempre”- susurro Laura. Y se fundieron en un abrazo eterno.

 

 

Fin.

 

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